Por: Katherine Rodríguez.
Ilustración: Daniel Valverde.
Atenta de tu silueta a carboncillo,
la desnudez total de tus relieves me ha
fragmentado el alma.
Sufro el impacto.
Sensación y vista hundidas en giros
gasificados de serenidad y calidez.
Ahora te llevaré dentro para volver a
unificarme.
Venís.
Reviento mis divagaciones.
El más grande enigma humano ha
comenzado, al punto.
La complicidad de recelo ante el
el misterio está presente en el pacto,
aun si no somos conscientes,
aun cuando solo tu mitad es parte de
quienes seguimos a Safo.
En balsa flotamos ondulaciones en
marea calma.
Bosque alto del secreto que las mentes
de los hombres claman.
Con este pensamiento invadió una
pregunta extraña, tal vez es parte de
nuestro misterio.
Por qué a las que amamos a otras ese
mal míticamente no nos alcanza.
Ese, el que antes infectaba soledad
vestida en muerte.
Condenando primero a quienes pasión
entre varones el peso inyectaba.
Sofocando lo marchito en agonía
también a las suyas, y después a otras.
El mal que al llegar lava todo lo interno
inicialmente con miedo, después con
lo que el incierto calla y
al final, absorbe el cuerpo todo cuando
en seco, baja la guardia a las entrañas.
Acabados de sudor sidoso en fiebre,
lamento helado en mantra.
Extraña yo pensar en eso mientras
cargo con tus relieves bellos del color
de las mañanas.
Reventás mis divagaciones.
Vacío del abismo elevado en el que en
nada pienso y solo siento.
Vos mujer de carnes tiernas y olor
bonito, escondamos juntas este trance.
Bosque alto del secreto que las mentes
de los hombres claman.
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