La Era De Las Pepitas De Oro
Por: Arianna Villalobos Solís | Jefa de Comunicación (Editorial Estudiantil)
¿Cuánto valdrá nuestro conocimiento?
Parece que nos encontramos en la época del dinero—en la época de la avaricia.
Vivimos por monedas, cheques, billetes y cualquier tipo de riquezas acumuladas que podrían ayudarnos a conseguir todo aquello que queremos. Esta vivencia en un estado constante de ambición—un estado donde el aspecto económico de las cosas se ha vuelto determinante para la mayoría de la población—pareciera estar consumiendo a la sociedad actual.
Las personas quieren más y más y más, hasta llegar al punto en el cual se llega a perder incluso la noción del mundo que los rodea. El problema surge cuando notamos que esta avaricia y ceguera producida por el deseo incesante de adquirir cuanto más podamos se traslada a otras áreas de la vida cotidiana. Específicamente, al estudio.
En una de las clases, por allí del sexto piso, en la Facultad de Derecho, comentaba un profesor, “Existe algo llamado el paradigma del cochinito”. Claro, encontrando miradas de confusión por parte de los estudiantes, quienes no solo se encontraban cansados en horas de la tarde, sino que también confundidos ante sus teorías exóticas, el profesor decidió añadir lo siguiente:
“Cuando digo cochinito me refiero al estudiante del sistema actual en el que vivimos todos; nos tratan como meras alcancías de cochinito, en las que el profesor deposita un poquito de conocimiento, una monedita al día. Entonces, monedita tras monedita va llenándolos de conocimiento, y así sigue y sigue el sistema.”
La simple crítica quedó suspendida en el aire por un momento antes de que el profesor cambiara de tema, pero parecería ridículo no cuestionarse aquello que planteó con tanta indignación. Y es que parece ser cierto que desde pequeños se nos inculcan ideas, poco a poco cada profesor o figura académica nos comparte una de sus monedas, una de sus pepitas de oro para que guardemos en nuestra alcancía de conocimiento.
Ahora, no sería correcto asumir que cada una de esas monedas está compuesta de material falso o rancio que tenga como fin deteriorar al estudiante desde dentro con ideologías tergiversadas o con pensamientos fundamentados en malas prácticas, pero sí es pertinente analizar y comprender que, si bien muchas parecen brillar, no son lo que dicen ser. Poder identificar entre aquellas falsas monedas y las verdaderas no es tan fácil como pareciera tampoco, y de ahí la crítica importante que dejó flotante el profesor:
¿Seremos lo suficientemente críticos?
El sistema se ha vuelto competitivo. Peleamos los unos con los otros por demostrar quién tiene más monedas y quién puede conseguirlas con mayor facilidad, pero no peleamos por ver quién tiene aquellas que portan verdaderamente un valor a nivel de conocimiento lo suficientemente importante como para ser consideradas valiosas. Precisamente, es ahí donde encontramos la esencia del problema: nos vemos inmersos en el medio de una constante lucha “que mi profesor nos enseña más sobre este tema que el de ustedes” “que esta universidad es mejor que esta” “que a usted nunca le enseñaron esta técnica, pero a mí sí”, y esta lucha parece ser la kryptonita que está desintegrando lentamente la funcionalidad del sistema educativo.
No le estamos enseñando a las personas a criticar, analizar y poner a prueba aquellas pepitas de oro que les están dando, sino que les hacemos creer desde pequeños que entre más de ellas consigan, mejor será su resultado.
Ya no basta, para la sociedad de hoy en día, conseguir un título—si se sacan dos o tres o cuatro, varias especialidades, uno que otro doctorado…eso es lo que importa. Pero ¿y entonces? ¿Será adecuado abarcar tanto conocimiento de manera general en vez de tomarnos el tiempo para profundizar y desarrollar un ojo crítico con respecto a los temas?
Claro está que en ningún momento se desacredita aspirar a conocer sobre varios temas, pero es preciso que esta aspiración a mucho conocimiento y desarrollo de un pensamiento crítico no se confunda con una avaricia por serlo todo, ya que terminarán siendo nada a la vez.
Recordemos, a veces vale más un conocimiento acertado que una falsa ilusión de conocimiento ilimitado. No seamos meras alcancías que ansían tener millones de pepitas de oro—con una que sea lo suficientemente valiosa y verdadera basta para cambiar el mundo que nos rodea.
Arianna Villalobos Solís: El café y los libros son mi modo de vida. Escritora frustrada—tengo una necesidad de escribir todo el tiempo más de la que tengo por respirar.
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