Por: Silvia González Salas | Jefa de Redacción (Editorial Estudiantil)
Esta columna parecerá un poco irónica, ya que en la mayoría de los casos se leerá a través de una pantalla de celular; sin embargo, hablemos un poco acerca de la adicción que tenemos al teléfono móvil.
De acuerdo con Pardo (2018), a través de una aplicación llamada Moment, se ha evidenciado que en promedio los usuarios de los celulares “invertimos” aproximadamente cuatro horas diarias frente a la brillante pantalla, probablemente revisando y re-revisando los estados de Facebook, Instagram, Twitter, Snapchat, TikTok, WhatsApp, entre otras aplicaciones. Esto hace que nos preguntemos: ¿realmente estas cuatro horas diarias que “invertimos” en esta actividad es buena para nuestra vida e incluso para nuestra salud física y mental?
Probablemente muchos dirán, con mucha razón, que no se les debería acusar duramente el uso del celular, ya que sin duda alguna, ha sido un medio que facilita tanto acceso a la información y la comunicación a distancia, como para la recreación y la realización cómoda y simple de quehaceres; un ejemplo de ello es la facilidad con la que ahora se puede realizar cualquier transferencia bancaria sin tener que acudir al banco y hacer largas filas. Sin embargo, se ha evidenciado que el uso excesivo que se le está dando (se recalca que son aproximadamente cuatro horas diarias, es decir aproximadamente 28 horas semanales), está afectando nuestras relaciones sociales y nuestra salud.
Ahora bien, ¿cómo nos está afectando este uso excesivo? Siguiendo a Erik Pepper, coordinador de un estudio realizado en la Universidad Estatal de San Francisco (Estados Unidos) sobre los efectos psicológicos del uso excesivo de los celulares, se ha evidenciado una correlación entre el uso excesivo del celular con sensaciones de aislamiento, soledad y ansiedad por causa de la disminución de interacciones cara a cara, la desconexión de la persona a su entorno y el distanciamiento de las personas cercanas hacia el usuario (hay que ser sinceros, muchas veces deterioramos nuestras relaciones familiares, de amistad y de pareja por estar tan pendientes del celular). Junto con esto, la especialista en psicología Camila Delgado de la Vicerrectoría de Vida Estudiantil del TEC, indica cómo las personas que usan excesivamente el celular están pendientes de todas las notificaciones que les llegan desde el momento que se despiertan en la mañana hasta segundos antes de irse a dormir, al punto que si por alguna razón no les llegan, o si se encuentran en situaciones donde no les es posible utilizar el celular, llegan a manifestar gran irritabilidad e incluso dificultad para concentrarse en lo que deberían hacer en ese momento. De este modo, parece que necesitamos actualizar los estados y las Stories, subir fotos y videos de lo que estamos haciendo e incluso comiendo y recibir las reacciones de otras personas, ya que necesitamos de esa aprobación de los demás y si no la tenemos nos empezamos a sentir mal.
Además de estos efectos psicológicos, PsychGuides.com An American Addiction Centers Resource (2019), manifiesta la preocupación por los efectos físicos que genera este uso excesivo. En este estudio se señalan principalmente los problemas visuales que se generan, ya que al forzar la vista a una pequeña pantalla brillante por muchas horas produce gran irritación, fatiga e incluso puede provocar dolores de cabeza. Además, los problemas de cuello han incrementado con los años, ya que la postura más común que se tiene al ver el celular es hacia abajo.
Con todo esto dicho, no se quiere caer en la negativa de algunas personas que dicen: “los celulares son malos, se deberían de dejar de usar”, ya que sin duda alguna, son necesarios para nuestro estilo de vida actual; sino que solamente se plantea crear conciencia sobre nosotros mismos: ¿realmente es vital “invertir” tanto tiempo a actualizar, revisar y re-revisar los estados de las aplicaciones?
¿Son más importantes las aplicaciones que la vida real?
Silvia González Salas: Amante de los libros, los animales, la música, las películas y la comida.
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