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La máquina del tiempo

Foto del escritor: Edito EstudiantilEdito Estudiantil

Por: Ronald Hernández.

Ilustración: Adriana Sánchez.


... para Adrián.

No recuerdo desde cuándo, pero siempre quise inventar una máquina que me llevara al pasado. Mi hermano, aunque mayor tres años y con una imaginación ya cercenada por el sistema, se la pasaba admirando mis intentos por lograr mi cometido; además, siempre fue mi sujeto de pruebas, desde luego.


Ilustración: Adriana Sánchez.

No sé de dónde surgió la idea, pero queríamos ver el momento en el que nuestros papás se habían casado, quizás para entender por qué desde que yo cumplí un año ya no estaban juntos. A pesar de los inconvenientes técnicos que pudieran tener dos mocosos con recursos limitados, ya que mami corría con todos los gastos y había poco dinero para lujos, mi invento vio la luz cuando nuestra mamá nos hizo una casa nueva: el camarote del tiempo.


Puede que pasáramos todo el tiempo saltando entre el espacio de las dos camas, aun ante las protestas y regaños de mami por el desorden posterior, pero eran horas y horas, de diversión, observando eventos que fueron antes de que alguno de nosotros hubiera estado pensado siquiera.


El tiempo pasó, los viajes en el tiempo cesaron; incluso con las hermanitas nuevas que nos dio mami usamos mi invento alguna vez, hasta que decidimos que era tiempo de dejarla: crecimos, como cualquiera; olvidamos, como todos. O tal vez solo yo olvidé.


Ilustración: Adriana Sánchez.

Hace nueve años mi hermano mayor revivió la idea de volver al pasado e hizo un salto en el camarote, cuyo destino desconozco todavía, del que no volvió por alguna razón. Traté de ubicarlo y seguirlo apenas me di cuenta de lo que había hecho, pero fue inútil: yo ya no sabía cómo usar el que fuera mi propio invento.


Mi hermano mayor se fue sin mí. Continué esperando, y a pesar de que me deshice del camarote conservé algunas piezas, incluso la cama de mi hermano, con el pensamiento de qué pasaría si a él se le ocurría volver. Sigo esperando a que regrese; sin embargo, me tranquilizo porque de tiempo en tiempo me encuentro mensajes suyos debajo del colchón. Él dice estar bien.

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