Por: Marvin Castillo Solís
¿Qué es un taller literario?
Un taller literario es, básicamente, un grupo de personas que se reúne a leer y comentar de manera crítica textos de su propia autoría. Quien escribe escucha los argumentos de sus compañeros y decide cuáles de sus recomendaciones incorpora y en qué medida. En ese sentido, es un lugar en el que la literatura es vista como proceso y no como producto. La concepción de la literatura como resultado únicamente de un momento de inspiración (o de otro estado alterado de la conciencia) no tiene lugar en ellos. Tallerear implica admitir que un buen texto requiere trabajo.
Los talleres en Costa Rica
Según se cuenta, la historia de los talleres literarios en Costa Rica se inicia con la generación de poetas del sesenta, conocidos también como los trascendentalistas. Este grupo comienza a tallerear como respuesta a la actitud de los poetas consolidados de la época, que al parecer se reservaban los secretos de su escritura como magos o coroneles. Figuras centrales de este movimiento, como Julieta Dobles y Ronald Bonilla, siguen activos en el taller literario Poiesis. Un abordaje más detallado del tema se encuentra en un artículo publicado anteriormente en esta revista, “Trascendentalismo: una generación, un manifiesto”.
Es imposible mencionar todos los talleres literarios que han aparecido en el país desde entonces. Sin embargo, a continuación definiré algunos tipos de talleres según sus características específicas y las ventajas y riesgos que implican. Además, ejemplificaré cada uno haciendo alusión a talleres específicos. De esta forma, si bien no daré cuenta del paisaje completo, espero al menos evidenciar la multiplicidad de la que es capaz.
Talleres de escritor y talleres huérfanos
Los talleres de escritor son aquellos que tienen por cabeza a un poeta o narrador relativamente consolidado; por ejemplo, el Taller del bisturí, de Laureano Albán. Estos talleres tienen la ventaja de ofrecer a los asistentes una crítica desde la voz de la experiencia. Sin embargo, esto puede traer algunos problemas, como que la escritura del líder sea tomada como manual de estética. También es probable que algunos miembros no escuchen la voz de los demás talleristas, por estar interesados únicamente en la opinión de quien dirige el taller. De igual modo, puede suceder que se forme un grupo de favoritos que dejen de recibir críticas y, en consecuencia, topen con un techo creativo que se presenta con la máscara del éxito.
Los talleres huérfanos o descabezados son aquellos que buscan una horizontalidad en su organización. En otras palabras, su horizonte es que el tallereo se realice entre iguales y que se reduzca el carácter doctrinario tanto como sea posible. Un ejemplo de esto es el Taller Eunice Odio, de donde emergieron figuras como Alexander Obando y Mauricio Molina. Al establecer un taller huérfano, existe el riesgo de aislarse con respecto al trabajo de los escritores consolidados, por tanto es necesario leer y analizar constantemente textos publicados y, de ser posible, reunirse con escritores de vez en cuando.
Talleres institucionales y underground
Los talleres institucionales son necesariamente jerarquizados. Podríamos pensar en ellos como talleres de escritor con financiamiento estatal. Por ejemplo, los que ofrece constantemente el Colegio de Costa Rica. Además, deben tomarse en cuenta los cursos artísticos llamados “Taller Literario” ofrecidos en la Escuela de Estudios Generales de la Universidad de Costa Rica, impartidos actualmente por Anacristina Rossi y Julieta Dobles. Asimismo, existe un caso particular en la educación secundaria: la materia de “Creación Literaria”, impartida para los estudiantes de sétimo a undécimo nivel en el Conservatorio de Castella. Su ventaja es la estabilidad y constancia que ofrecen, ya que su programa se desarrolla al amparo de estas instituciones. Claramente, su mayor desventaja es que para entrar en ellos debe llevarse a cabo un proceso burocrático o superarse una serie de requisitos; por ejemplo las pruebas de aptitud. Además, tienen límites espaciotemporales definidos por la dinámica institucional.
Cuando hablo de talleres underground me refiero a los menos institucionalizados de toda la gama. Son aquellos que se desarrollan los fines de semana en el aparta de un amigo o en la mesa de un bar. No recurren a la publicidad, no tienen una página de facebook (a lo sumo un grupo secreto), no poseen más financiamiento que la vaca para el pan o la cerveza. La invisibilidad les otorga una libertad envidiable, pero les dificulta muchísimo la comunicación con el mundo exterior. Sé que existen porque formé parte de uno durante aproximadamente un año; pero, naturalmente, no sé cuántos más hay ni dónde están. Para esos talleres, levanto en este párrafo el altar del dios desconocido.
Talleres con cuota y gratuitos
En un mundo perfecto, todos los talleres serían gratuitos. No obstante, se debe recordar que escribir y tallerear es un trabajo: requiere tiempo y formación. Además, impacta de manera sumamente positiva la realidad cultural del país, lo cual vuelve la labor todavía más valiosa. En este sentido, es comprensible que varios escritores vean en los talleres una forma de rentabilizar el trabajo que aman, en lugar de regalarlo o de invertir su tiempo en labores menos aladas, que los distraerían de su veta creativa. Uno de los talleres con cuota más visibles y dinámicos en este momento es Tráfico de influencias, el cual se desarrolla en Casapalabra de la mano de Alfredo Trejos.
En cuanto a los talleres gratuitos, merece especial atención el taller Jitanjáfora, que sesiona todos los sábados en Cartago. Este grupo ha sido revitalizado recientemente por gente joven que trabaja con gran disciplina e inventiva. Si con esto hicieran crecer el capital privado, se les llamaría emprendedores e innovadores y aparecerían como héroes nacionales en más de un medio de comunicación; pero su trabajo no tiene intereses económicos, sino artísticos y organizativos.
Los talleres y el movimiento estudiantil
Finalmente, haré alusión al vínculo entre el movimiento estudiantil y los talleres literarios. Hay (al menos) tres grupos sumamente activos que surgieron como iniciativas estudiantiles. En primer lugar, el Colectivo Literario Vertedero Satélite fue conformado por estudiantes tanto de la Universidad de Costa Rica como de la Universidad Nacional. Tiene algunos años de experiencia y se encuentra en proceso de generar una nueva publicación.
En segundo lugar, los ComeLibros, grupo literario del Campus Pérez Zeledón de la Universidad Nacional, surgió como iniciativa de la Asociación de Estudiantes. Este grupo ha trabajado con otras fuerzas para dinamizar el ambiente cultural del cantón; por ejemplo, a través de la organización de recitales o de su reciente participación en la Feria Nacional del Libro. Hace algunos días comenzó a cruzar el Cerro de la Muerte para visibilizar su labor y mostrar que fuera del Valle Central también se escribe con talento y disciplina. Trabaja en este momento en su primera revista literaria.
Finalmente, el Taller Joaquín Gutiérrez surgió como una iniciativa de la Asociación de Estudiantes de Filología. Ha participado muy activamente en la vida cultural de la Universidad de Costa Rica durante los últimos tres años. Sus integrantes han publicado textos en revistas impresas y digitales. Asimismo, han sido parte de publicaciones como las antologías Hambre, poder y tierra y De vez en cuento.
Coda
Repito, no conozco todos los talleres que han surgido en el país. No creo que alguien los conozca todos. La multiplicidad de estos grupos es tal que hablar de los talleres es como bajar al río. Lo que sí puedo asegurar que representan una escena de dinamismo y vitalidad.
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